Padres y madres, alfareros del destino
- Cata
- 11 dic 2015
- 1 Min. de lectura
En muchas oportunidades nos preguntamos qué sucede con el comportamiento de algunos niños y niñas. Nos encontramos con chicos que lastiman, que irrespetan, que hacen daño. Pero del mismo modo nos encontramos con chicos amigables, solidarios y positivos. ¿A qué se debe?
Muchos hablarán de experiencias previas, de personalidades agresivas, de mentes positivas y hasta de habilidades sociales. Es necesario comprender que además de lo anterior, este tipo de comportamientos provienen del ambiente en que los pequeños desarrollan.
Si los chicos crecen en ambientes hostiles, donde los gritos, las agresiones y los malos tratos son parte de la cotidianidad, es muy probable que en los espacios en los que niños y niñas interactúan, afloren esas mismas pautas. Por el contrario, si los niños y niñas se desarrollan en sistemas familiares en donde se ejerce una crianza respetuosa, donde el maltrato y las agresiones no se conciben como prácticas aceptables para la formación de las nuevas generaciones, es muy probable que tengamos niños, adolescentes y adultos más sanos emocionalmente y que hacen aportes positivos a cualquier lugar adonde llegan.
Las palabras afectuosas, el reconocimiento de sus logros por pequeños que sean, apreciar su ayuda y sus opiniones, jugar con ellos, leer juntos, disfrutar del aire libre a su lado; estas pequeñas cosas pueden hacer que nuestros niños y niñas reconozcan el valor de las pequeñas cosas y lo maravilloso que es brindar amor, comprensión, solidaridad y alegría a las personas que nos rodean.

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